La revocación de Roe contra Wade es un ataque a los derechos humanos, al potencial humano y a la dignidad de las personas. Golpea el corazón de lo que significa vivir una vida emancipada y libre, socavando no sólo la autonomía de las mujeres, sino su futuro. No sólo nuestro acceso a la atención de salud, sino nuestra libertad para vivir la plenitud de nuestra propia promesa. Su revocación hoy crea de facto prohibiciones absolutas del aborto en al menos 13 estados, aboliendo instantáneamente el derecho a elegir de millones de mujeres estadounidenses.
La decisión es particularmente devastadora para grupos marginalizados y subrepresentados: familias de menores ingresos, mujeres viviendo en la pobreza, migrantes, la comunidad afrodescendiente, personas de pueblos originarios, y otras personas de distintos backgrounds que ya enfrentan barreras para abortar y acceder a otros servicios de salud.
Este es un derecho por el cual las madres de nuestra generación lucharon, y por una buena razón. Los derechos reproductivos cambiaron fundamentalmente la vida de mujeres y niñas en todo el país. Incluso hoy, 30% de las niñas que abandonan el colegio lo hacen como resultado de embarazos y maternidad, y sólo el 40% de las madres adolescentes terminan la educación secundaria. Estos resultados conducen a su vez a un aumento de las tasas de pobreza, que persisten para sus hijos, reprimiendo la capacidad humana de múltiples generaciones.
En 1973, las revolucionarias y sus aliados, que lucharon durante años para liberar a las mujeres de este tipo de círculos viciosos, celebraron su victoria con felicidad creyendo que habían asegurado la garantía de una vida más libre para sus hijas y todas las mujeres. El retroceso de esta decisión es desgarrador. Es increíble que, en el año 2022, los derechos por los que lucharon y consiguieron la generación de nuestras madres se estén desmantelando sistemáticamente.
El sueño americano es la promesa de un potencial humano sin obstáculos, de un logro que se construye sobre cada nuevo avance, de una oportunidad que crece con cada nueva generación, de una libertad que se profundiza de acuerdo con nuestra sabiduría. La tragedia de la anulación de los derechos reproductivos es la traición de esta promesa. Es la tragedia de un potencial sofocado y de un futuro truncado.
El aborto debe ser seguro, legal y accesible para todas las mujeres. Debemos seguir los pasos de los agentes de cambio de la generación que nos precede y, una vez más, hablar por los desposeídos, defender a los desprovistos de derechos y salvaguardar los derechos humanos básicos para determinar nuestro propio futuro.